martes, 21 de agosto de 2007

Escalones Transantiago



Son las 9:00 de la mañana y tomo una “Talagante”, si a usted no le suena este nombre es por que vive en Santiago y dichas micros sólo transitan por ciertos lugares alejados de la capital, en la periferia, como son Calera de Tango, San Bernardo, Malloco, y por supuesto Talagante.

No se ven micros “Transantiago” por estos sectores, por lo que debí tomar una micro, para que me llevara a una de las tan conocidas y famosas por “ciertos” sucesos ocurridos desde hace ya 6 meses desde que partió el proyecto.

En fin, me subí a la “tala” y le pregunté al micrero: -Caballero, ¿sabe usted por dónde pasa la micro 211 transantiago, en San Bernardo? –hice esto, con el motivo de asegurar lo que anteriormente tenía entendido, que esa micro pasaba por la calle Freire -no “mija”, no tengo idea, esas micros no tienen na que ver con nosotros- me contestó. Luego de esto, asentí con la cabeza y le pedí si podía parar en Freire.
Llegué a Freire, y me costó ubicar el paradero. No tenía nada en común con los paraderos que muestran en televisión, este apenas tenía asientos estables y el cartel que dice qué micro pasa por el lugar. El resto de las instalaciones, ya no está. Existen varias opciones para este suceso, a) Se evaporó con el calor, b) Se congeló con el frío, c) Nunca las hicieron, d) Fueron hurtadas, como la mayoría de cosas en San Bernardo, e) Todas las anteriores

Estaba decidiendo entre la opción numero b) y d) cuando, ¡sorpresa para mi!, pasa la micro que esperaba. Me subí de inmediato. Venía medianamente llena por lo que tuve oportunidad de sentarme. Me presenté a la señora que estaba al lado mío y le hice un par de preguntas. Sus respuestas o comentarios frente a esta micro fueron que no paraba a los pasajeros, y que se hacía una fila muy grande entre el ingreso de la micro y el pago bip. Ella llegaba a Gran Avenida. Luego, otra señora, se sentó a mi lado, por lo que le di mi misma introducción y proseguí con las preguntas. Las respuestas entre esta señora y la primera que fue entrevistada no variaron mucho, “no pasa nunca a la misma hora, es difícil calcular un horario si no se sabe a qué hora pasa la micro ¿no cree?”.

Entre los mil y un alegatos de la segunda señora, un adulto de avanzada edad hace ingreso a la micro. Busca varios lugares donde acomodarse, se quedó por un minuto en la parte para minusválidos, pero noté que no le acomodó, ya que cada vez que la micro frenaba, este se tambaleaba de un lado a otro, y al tratar de afirmar su maletín, y estar atento ante cualquier robo, perdía el equilibrio y se tambaleaba aún más fuerte. Menos mal que no le tocó un “lomo de toro”. Se movió de ese lugar y se fue a sentar justo delante de mi asiento. Para alcanzarlo, debía subir un escalón, el que no era para nada bajo. Notando su gran esfuerzo por la expresión de descontento, juntó fuerzas y lo subió. Se sentó y miró con expresión vencedora a su alrededor.
Le sonreí y seguí escuchando lo que la señora sentada al lado mío seguía repitiendo, alegando y criticando. Parecía que nada detendría su trágica historia transantiaguina cuando me dice: “¡Ah! Acá me bajo yo, ¡adiós!

Aprovechando que nadie se sentó en el puesto de la señora que andaba de bajarse, me acomode y comencé con mi introducción al tema para el viejito. Me miraba con ojos cálidos mientras le hablaba, pero cuando comencé a preguntarle sobre qué cambios le haría a la 211 su expresión facial cambió, tan bruscamente como los frenos de la micro. Parecía testamento, parecía monologo sin salida. Cuando pensé que hubo terminado la lista de alegatos, finalizó con un crudo comentario hacia los escalones de la micro, “ estos escalones de miercales, ¿cómo esperan que uno, con esta edad, esté escalando para llegar a un asiento incómodo?”.

He aquí mi historia pensé.

Luego de varios minutos más de conversación, el viejito dejó la micro. Comencé a fijarme en todos y cada uno de los adultos mayores que ingresaban a la micro, vi todo tipo de maniobras (unas más manejadas y notorias de experiencia que otras) y me di cuenta de un problema que no ha sido escuchado en las noticias. Los escalones.

Tal como la canción “stairway to heaven”de Led Zeppelin, es por lo que deben pasar estos personajes de pelo blanco. A medida que pasan los años, se hacen más sabios, no más ágiles. Un martirio. Este viejito (quién dio vida a esta historia) me contó que el hace ese mismo recorrido todos los días, va a ver a su hija, a comprar al mall Plaza Vespucio, y cada ves que va a la farmacia o se debe transportar, debe prepararse física y mentalmente para enfrentarse a estos escalones endemoniados.

Y ahora, ¿quién podrá defendernos?